Paño velatorio de boda
Lino. Principios del siglo XX
Malpartida de Plasencia
La velación era una ceremonia litúrgica católica que en origen se celebraba en algún momento después de la misa nupcial, para propiciar que los hijos de la pareja casada fueran cristianamente educados y pudiesen ser sacerdotes. Más recientemente, las bodas pasaron a tener un ceremonial doble que consistía en el desposorio tradicional seguido de la velación, en la que se recibían las bendiciones nupciales.
El ritual exigía que después de la lectura del Evangelio, se cubriese a los novios con el velo, de manera que quedara totalmente cubierta la cabeza de la novia y solamente los hombros y espalda del novio, lo que simbolizaba su libertad, mientras novios y padrinos sostenían velas en las manos, además solía extenderse un cordón sobre los contrayentes que representaba el yugo por el que quedaban uncidos para siempre; así debían permanecer, arrodillados, hasta el final de la Misa. Dado que la velación no podía celebrarse durante la Cuaresma, solía decirse que los novios sólo estaban medio casados si contraían matrimonio en esa época, debiendo velarse en cuanto fuera posible en otra ceremonia distinta. De hecho, la Iglesia consideraba la velación como el rito que culmina la recepción del sacramento y faculta para la cohabitación de los esposos.
Al final de la ceremonia el sacerdote daba por casados y velados a los novios con esta oración: "Ya que habéis cumplido las velaciones según la costumbre de la Iglesia, os amonesto a que guardéis lealtad de uno a otro y que en tiempo de ayuno tengáis castidad. Que el marido ame a la mujer y la mujer al marido y que permanezcáis en el santo temor a Dios. Esposa te doy no sierva, ámala como Cristo amó a su iglesia, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo“.
Según la creencia popular, si el velo o paño se le caía a la novia durante la ceremonia, se presagiaba un desgraciado matrimonio para la pareja; por ello la novia permanecía inmóvil y la madrina estaba pendiente de que la pieza estuviese siempre bien colocada. Para evitarlo, en bastantes lugares de Castilla y en la provincia de Cáceres, la novia llevaba un paño fino y flexible confeccionado por ella misma para cumplir el rito.
El paño velatorio, también llamado velo de boda, suele ser de forma rectangular y decorado en los cuatro lados, pero sobre todo en los extremos, a base de encajes, deshilados y bordados. En este caso, el paño se adorna con estrellas de ocho puntas bordadas, en los extremos del paño lleva anchas franjas de deshilado con pajaritas y ciervos, y todo alrededor una banda de encaje de bolillos rematado en conchas; procede de Malpartida de Plasencia e ingresó en el Museo como parte de la colección de D. Pedro Pérez Enciso.
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