Llave andalusí
Siglos XII-XIII
Provincia de Cáceres
Desde su origen las personas han sentido la necesidad de proteger sus viviendas: la llave, el objeto que abre y cierra, tiene un alto contenido simbólico más allá de lo puramente funcional: es San Pedro el que porta las llaves del cielo, quien abre la puerta de la vida eterna, y son las llaves de una ciudad su símbolo de hospitalidad más importante.
Las primeras llaves aparecen en el mundo egipcio, y estaban formadas por dientes que al introducirse en la cerradura haciendo palanca, desplazaban las distintas clavijas, sin necesidad de girar la llave. El mecanismo se fundamentaba en el tamaño y número de dientes y la distancia entre sí que tenían que coincidir con las clavijas de la cerradura.
En el mundo romano también existían las llaves con dientes, que mediante un movimiento vertical hacían coincidir los dientes con los orificios internos, seguidamente se desplazaba la llave horizontalmente para desbloquear el pasador interior de la cerradura. Los anillos con llaves incorporadas fueron muy populares tanto en hombres como en mujeres y correspondían a pequeñas cajas y cofres.
Otras llaves eran planas con calados en la hoja en lugar de dientes lo que obligaba a que los orificios coincidieran con el interior de la cerradura y al desplazar la llave verticalmente, si coincidían, el pestillo se elevaba y se abría la puerta.
Los modelos de llaves de al-Andalus, eran similares a los usados en el norte de Europa, mucho más complejos. En el extremo de la llave estaba el paletón donde se disponían los dientes, según su disposición la llave podía entrar o no en la cerradura. En el interior de la cerradura la llave giraba gracias a que los espacios libres del paletón no encontraban obstáculos ya que debían de coincidir con los del interior de la cerradura, en el final del giro los dientes desplazaban la cerradura y ésta se abría.
Esta llave ingresó en el Museo de Cáceres a principios del siglo XX probablemente procedente del término municipal de Cáceres. Es de hierro y de sección cuadrada; el ojo es circular sin decoración y se une al ástil, también denominado tija, en su parte más gruesa, su función es la de poder sujetar la llave y girarla para abrir la cerradura. El ástil es de sección cuadrada y va disminuyendo su grosor desde la unión con el ojo hasta el otro extremo que es más delgado; en el otro extremo está el paletón en forma de S que se une a la tija en un solo punto dejando espacios libres o guardas. En el extremo exterior del paletón se encuentran tres dientes separados entre sí.
La tradición cuenta que los judíos y musulmanes expulsados en la España medieval, portaron con ellos las llaves de sus viviendas, que guardaron durante generaciones, con la esperanza de volver y abrir una vez más sus casas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario