Toalla bordada
Tejido de lino. Finales del siglo XIX
Piornal
Hasta la llegada del agua corriente a los hogares, el aseo
personal se regía por unos usos bastante diferentes de los actuales; aunque
existían bañeras portátiles de metal, madera o barro, e incluso algunas
realmente excepcionales de mármol, era mucho más común que la higiene se
realizara por diferentes zonas del cuerpo, centrada sobre todo en cara y
manos. Para ello, los dormitorios
estaban equipados con palanganeros de madera o hierro en los que había un
lavabo de loza o metal (palangana, palancana o jofaina) con su jarro y cubo
para el agua sucia. En uno de los brazos del palanganero, o próximo a él, solía
disponerse un paño de manos o toalla; la toalla ya es mencionada por San
Isidoro de Sevilla en sus Etimologías (627-630), y es una prenda en que
se aprecia una gran variedad tipológica y decorativa; generalmente, era hecha
en tejido de lino o lana, y podía ser lisa o llevar decoración adamascada,
caracterizándose siempre por los flecos que podían llegar a tener una gran
longitud.
En los ambientes populares, la toalla es sencilla, realizada
en lienzo de lino procedente de la segunda estopa o sedija, es decir, de
un hilo más fino y considerado de mayor calidad que el de la primera estopa,
más usado para hacer costales. En la provincia de Cáceres este tejido era muy
común a finales del siglo XVIII, contabilizándose 560 telares, con un especial
protagonismo en el partido judicial de Plasencia que se mantendría durante el
siglo XIX, favorecido por las buenas condiciones ambientales para el cultivo
del lino.
La toalla, en número de una o dos, era una de las piezas
siempre presentes en el ajuar de las novias cacereñas del siglo XVIII, y
dependiendo de las posibilidades o destreza de la propietaria, la toalla podía
ser de mejor calidad o decorada con bordados que a menudo identificaban el
ajuar con el nombre de la dueña.
En el caso que nos ocupa, la toalla procede de Piornal, y
debió tejerse en lino en un lugar indeterminado a finales del siglo XIX; es muy
sencilla, sin ningún tipo de decoración en el tejido, y lleva flecos sólo en
uno de los extremos, hechos por deshilado, como si la pieza hubiera quedado
inacabada. Unos cien años después, Lorenza Guillén Salgado, bisnieta de la
primera propietaria, bordó con hilo rojo el nombre de su pueblo y su propio
nombre de pila.
En esta ocasión, la pieza elegida nos hace reflexionar sobre
la vertiente diacrónica del Patrimonio Cultural, una construcción social que
está en continua revisión y actualización, y en la que cada generación hace sus
propios aportes. Lo que la producción artesanal local decimonónica creó como
algo estrictamente utilitario, adquiere tres generaciones más tarde un valor
simbólico y estético a través de la decoración bordada y, finalmente, se
reviste del carácter de bien cultural que le otorga su ingreso en el Museo.
La pieza fue donada al Museo de Cáceres en 2007 por Dña.
Lorenza Guillén Salgado, vecina de Piornal.
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