jueves, 1 de marzo de 2012

La pieza del mes. Marzo de 2012



Toalla bordada
Tejido de lino. Finales del siglo XIX
Piornal

Hasta la llegada del agua corriente a los hogares, el aseo personal se regía por unos usos bastante diferentes de los actuales; aunque existían bañeras portátiles de metal, madera o barro, e incluso algunas realmente excepcionales de mármol, era mucho más común que la higiene se realizara por diferentes zonas del cuerpo, centrada sobre todo en cara y manos.  Para ello, los dormitorios estaban equipados con palanganeros de madera o hierro en los que había un lavabo de loza o metal (palangana, palancana o jofaina) con su jarro y cubo para el agua sucia. En uno de los brazos del palanganero, o próximo a él, solía disponerse un paño de manos o toalla; la toalla ya es mencionada por San Isidoro de Sevilla en sus Etimologías (627-630), y es una prenda en que se aprecia una gran variedad tipológica y decorativa; generalmente, era hecha en tejido de lino o lana, y podía ser lisa o llevar decoración adamascada, caracterizándose siempre por los flecos que podían llegar a tener una gran longitud.

En los ambientes populares, la toalla es sencilla, realizada en lienzo de lino procedente de la segunda estopa o sedija, es decir, de un hilo más fino y considerado de mayor calidad que el de la primera estopa, más usado para hacer costales. En la provincia de Cáceres este tejido era muy común a finales del siglo XVIII, contabilizándose 560 telares, con un especial protagonismo en el partido judicial de Plasencia que se mantendría durante el siglo XIX, favorecido por las buenas condiciones ambientales para el cultivo del lino.

La toalla, en número de una o dos, era una de las piezas siempre presentes en el ajuar de las novias cacereñas del siglo XVIII, y dependiendo de las posibilidades o destreza de la propietaria, la toalla podía ser de mejor calidad o decorada con bordados que a menudo identificaban el ajuar con el nombre de la dueña.

En el caso que nos ocupa, la toalla procede de Piornal, y debió tejerse en lino en un lugar indeterminado a finales del siglo XIX; es muy sencilla, sin ningún tipo de decoración en el tejido, y lleva flecos sólo en uno de los extremos, hechos por deshilado, como si la pieza hubiera quedado inacabada. Unos cien años después, Lorenza Guillén Salgado, bisnieta de la primera propietaria, bordó con hilo rojo el nombre de su pueblo y su propio nombre de pila.

En esta ocasión, la pieza elegida nos hace reflexionar sobre la vertiente diacrónica del Patrimonio Cultural, una construcción social que está en continua revisión y actualización, y en la que cada generación hace sus propios aportes. Lo que la producción artesanal local decimonónica creó como algo estrictamente utilitario, adquiere tres generaciones más tarde un valor simbólico y estético a través de la decoración bordada y, finalmente, se reviste del carácter de bien cultural que le otorga su ingreso en el Museo.

La pieza fue donada al Museo de Cáceres en 2007 por Dña. Lorenza Guillén Salgado, vecina de Piornal.

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