Pañuelo de sandía
Tejido de algodón estampado
Primer tercio del siglo XX
En la indumentaria femenina extremeña más usual a lo largo
del siglo XIX y primer tercio del XX, entre las prendas exteriores más
frecuentes en todas las épocas del año, y de las más variadas en tejido y
diseño, destacan los mantones y pañuelos. Éstos solían llevarse doblados por la
mitad “en pico” sobre los hombros, cruzándose las puntas por la parte delantera
del talle a la altura de la cintura, a modo de dengue o esclavina, cubriendo el
jubón o corpiño.
Aunque no hay unanimidad en la denominación, en general se
consideran mantones los de Manila y los orientales de cachemir de tejido
mecanizado, como los de palma, los de ocho puntas, los alfombraos,
los de cintas o los pintados, al igual que los bordados en paño,
como son los de manta y los de plumaje. Los pañuelos solían ser
de paño de lana llamado merino, destacando una gran variedad de diseños como el
de cien colores, tres cenefas y flores naturales, así como
los bordados de ramo, de gajo y un buen número de pañoletas de
distintos tejidos, y por supuesto el pañuelo de percal o percalina que se
conoce como pañuelo de sandía o tomatero.
La mayoría de los pañuelos de talle o de busto responden a
diseños que no son autóctonos de Extremadura, sino muy conocidos en otras
regiones de España o del extranjero, aunque sí son propios de nuestra provincia
el de plumaje, de Malpartida de Cáceres, el de manta, de Arroyo de la Luz, o el de gajo, de
Torrejoncillo, que ya expusimos como Pieza del mes en Marzo de 2010.
El pañuelo tomatero o de sandía es una prenda ligera,
vistosa y barata ligada al traje de faena o labranza; estampado sobre percal
(tejido de algodón), a veces se colocaba bajo el mantón de Manila u otro
pañuelo de gala para darle mayor vistosidad. Los motivos decorativos que más se
utilizan son los floreados o geométricos en rojo sobre fondo blanco, aunque
también son frecuentes a la inversa, tomando sus dos denominaciones principales
de ese predominio del color encarnado; así mismo se pueden encontrar con una
decoración en negro o azul sobre fondo blanco y en dorado sobre fondo rojo.
Aunque se les ha denominado de tipo francés, parece
que en su origen eran importados de Suiza, y después pasaron a ser fabricados
en Barcelona; se trata de un modelo que vemos representado ya en un grabado de
1847 que describe una boda en Carrascalejo.
Dado su tamaño relativamente pequeño si se le compara con
otros pañuelos, en algunas localidades se le añadía una pieza o una tranzadera
a las puntas para facilitar su atado.
Como prenda corriente en las tareas del día a día y de uso
extendido en toda la región, aunque especialmente en La Serena, raramente se ve
asociado al traje popular de gala de alguna localidad de la región
debido precisamente a su carácter cotidiano; lo vemos sin embargo en numerosas
representaciones de la pintura costumbrista del primer tercio del siglo XX,
particularmente en las obras de Eugenio Hermoso, Juan Caldera o Eulogio Blasco.
El pañuelo que exponemos forma parte de la colección reunida
por el comerciante placentino D. Pedro Pérez Enciso, sin que se conserven más
indicaciones sobre su procedencia.
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