viernes, 30 de abril de 2010

La Pieza del mes. Mayo de 2010

Abrojo

Bronce

Plasencia

Siglos XIV-XV


El abrojo es un tipo de arma pasiva muy simple, fácil de construir y transportar, que no precisa de mantenimiento, reparaciones o conocimientos para su uso, y tremendamente efectivo. Su tamaño y facilidad de dispersión lo convertía en un arma terrible para los soldados de a pie, caballos, camellos, elefantes y todo tipo de vehículos.


El abrojo o tríbulo, del latín tribulus, en origen era una estrella de hierro, formada por una bola de madera de la que salían cuatro puntas dispuestas simétricamente, de tal forma que al ser lanzado mediante hondas y caer sobre el campo de batalla, tres de sus pinchos siempre apoyaban en el suelo, así el cuarto apuntaba hacia arriba, clavándose en los pies de los soldados, patas de animales y cuadrigas, lo que dificultaba el avance de las tropas enemigas. El daño que causaba no era inmediatamente mortal, sino que originaba dolorosas heridas difíciles de cicatrizar, que en el campo de batalla fácilmente se infectaban.


Su origen se remonta a las batallas de Alejandro Magno en Persia. Los griegos lo denominaban tribolos o tetrahedron, ya que su forma es la de un tetraedro. Los romanos lo adoptaron junto con otras armas de los griegos y se referían a él como tribulus, el mismo nombre de un caracol marino, tribulus murex, de cuya concha llena de pinchos se obtenía la púrpura.


Usado profusamente en la Antigüedad, en la Edad Media en Europa se mejoró y simplificó su forma, eliminando la bola de madera original, uniendo mediante torsión o soldadura dos piezas con dos puntas dobles de metal. En la batalla de las Navas de Tolosa, las crónicas hablan de miles de abrojos en el campo de batalla, incluso en el cauce de los ríos, lo que dificultaba aún más sortearlos y potenciaba su efectividad.


Hacia el siglo XV su uso en Europa va en decadencia, posiblemente debido al avance de las armas de fuego, lo que obligó a modificar las fortalezas y el cambio en las tácticas militares; no obstante siguió usándose en la defensa de brechas de las murallas y fortificaciones para impedir ataques sorpresa, ya que era una garantía contra las incursiones nocturnas.


En el siglo XVIII los británicos los utilizarán en la conquista del Nuevo Mundo contra los indios. Su uso revivió brevemente en la Guerra de Corea (1950-1953), y en la actualidad aún pueden verse en controles policiales formando cadenas.

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