Frontalera de caballo
Siglos IV-II a.C.
El Romazal I (Plasenzuela)
La frontalera o testera es un elemento de adorno que se colocaba en la cabeza del caballo. Es una pieza excepcional, ya que solo se han encontrado cuatro en la Península Ibérica y ésta es la única aparecida en un contexto arqueológico. Su origen es grecorromano y es un reflejo de la importancia social y militar del caballo en la Antigüedad.
Está realizada en bronce, formada por una pieza curva con perforaciones en forma de media luna que se colocaba sobre el hocico, de esta pieza parte un vástago que se divide en dos y rodeaba los ojos del animal. A ambos lados el bronce remata en dos cabezas de ánades donde se sujetaba el bocado que mordía el caballo y a su vez sujetaba las riendas, de este modo el jinete controlaba los movimientos y dominaba el caballo.
En el enterramiento junto a la frontalera aparecieron otros objetos relacionados con el ajuar personal de un guerrero vettón con claras influencias itálicas: un bocado de hierro y bronce, un cuchillo afalcatado y restos de su vaina, dos estrígilos o espátulas para cuidado personal y los restos del difunto dentro de una urna cerámica.
La pieza fue encontrada en las excavaciones arqueológicas que se han llevado a cabo en el yacimiento conocido como necrópolis de El Romazal I, que junto con las necrópolis de El Romazal II y El Mercadillo pertenecen al poblado de Villasviejas del Tamuja (Botija) y conforman en su conjunto un claro ejemplo de los poblados fortificados conocidos como castros y que serán la forma de hábitat de los vettones durante la época prerromana en la provincia de Cáceres. Los castros se caracterizan por su ubicación en lugares estratégicos, sobre cerros escarpados de difícil acceso y defendidos por murallas que los convertían en fortalezas inexpugnables.
Estos objetos y el resto de los elementos encontrados durante las excavaciones tanto en el poblado como en las necrópolis nos muestran los cambios que se producen en el mundo vettón con la llegada de los romanos, iniciando un proceso hacia la romanización que culminará con el abandono de los castros y con la creación de colonias romanas en lugares próximos que reorganizarán todo el territorio de la Lusitania.