Plato «ratinho»
Finales del siglo XIX, principios del siglo XX
Dolmen de la Era de los Guardas, Cedillo
La cerámica o loza ratinha era un tipo de cerámica popular portuguesa, algo tosca y grosera, que se elaboraba en pequeños talleres familiares de Coimbra, entre el segundo tercio del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, en oposición a la cerámica más fina y conocida de Coimbra de amplia tradición.
Os ratinhos, era la forma en la que eran conocidos los jornaleros de regiones como Beira o Minho, que se desplazaban de forma estacional, especialmente al Alentejo, para trabajar en la recolección de las cosechas.
Con el tiempo el término se volvió sinónimo de rústico, tosco o rudo y terminó por dar nombre también a este tipo de cerámica que se caracterizaba por tener una pasta poco depurada, y un vidriado amarillento y con poco brillo debido a una menor presencia de estaño. La decoración se aplicaba con esponja y pincel, siguiendo el método típico de los pintores de loza de Coimbra. Al tratarse de producciones populares presentaba poca variedad de formas, limitándose a platos, palanganas, bacías de barberos o algunas jarras para vino o agua. Las familias de jornaleros no tenían hábito de comer en platos individuales, normalmente se usaban grandes platos, donde se colocaban los alimentos y los comensales picaban de allí con las manos o con su cubierto.
Pero lo que ha hecho popular a esta cerámica son sus variados motivos decorativos: vegetales, geométricos, arquitecturas, paisajes, destacando los figurativos, especialmente los zoomorfos como aves, peces y figuras fantásticas, o los tipos populares masculinos y femeninos e incluso retratos y caricaturas. Su carácter infantil y naif muy cercano al gusto contemporáneo los ha convertido en preciado objeto de anticuarios y coleccionistas.
La pieza de este mes es un plato de temática figurativa, de los más característicos, representando a una mujer tocando una guitarra. El vidriado es de escasa calidad, con poco esmalte base y errores de cocción en los colores. La base es plana ligeramente deformada y las paredes abiertas de borde redondeado. En su interior una figura femenina tocando la guitarra. Las manos, la guitarra y los topos del vestido son de manganeso, las líneas de la falda y las mangas de color melado con el vedrío muy perdido. Alrededor hay una alternancia de topos de color melado rebordeados de manganeso, o manganeso completo, y hojas verdes que forman dos coronas concéntricas de topos y follaje. Todo decorado y enmarcado con doble línea sencilla de manganeso sobre el borde.
Lo más significativo es que el plato fue encontrado en la excavación arqueológica del Dolmen de la Era de los Guardas, en La Regañada, Cedillo. El dolmen, construido hace 5.000 años por las primeras comunidades de agricultores y ganaderos, había sufrido la erosión perdiendo el túmulo de piedras que lo recubría y protegía los enterramientos, quedando en pie las piedras hincadas de la cámara funeraria, estas estructuras ahora visibles son conocidas en la zona como «fornillos» derivado de la utilización de estos espacios como improvisadas cocinas para la elaboración de alimentos durante las faenas agrícolas. Las piedras clavadas permitían el resguardo del fuego contra el viento y la concentración del calor a modo de cocina improvisada; el plato estaba sobre un empedrado con señales de fuego.
Os ratinhos, era la forma en la que eran conocidos los jornaleros de regiones como Beira o Minho, que se desplazaban de forma estacional, especialmente al Alentejo, para trabajar en la recolección de las cosechas.
Con el tiempo el término se volvió sinónimo de rústico, tosco o rudo y terminó por dar nombre también a este tipo de cerámica que se caracterizaba por tener una pasta poco depurada, y un vidriado amarillento y con poco brillo debido a una menor presencia de estaño. La decoración se aplicaba con esponja y pincel, siguiendo el método típico de los pintores de loza de Coimbra. Al tratarse de producciones populares presentaba poca variedad de formas, limitándose a platos, palanganas, bacías de barberos o algunas jarras para vino o agua. Las familias de jornaleros no tenían hábito de comer en platos individuales, normalmente se usaban grandes platos, donde se colocaban los alimentos y los comensales picaban de allí con las manos o con su cubierto.
Pero lo que ha hecho popular a esta cerámica son sus variados motivos decorativos: vegetales, geométricos, arquitecturas, paisajes, destacando los figurativos, especialmente los zoomorfos como aves, peces y figuras fantásticas, o los tipos populares masculinos y femeninos e incluso retratos y caricaturas. Su carácter infantil y naif muy cercano al gusto contemporáneo los ha convertido en preciado objeto de anticuarios y coleccionistas.
La pieza de este mes es un plato de temática figurativa, de los más característicos, representando a una mujer tocando una guitarra. El vidriado es de escasa calidad, con poco esmalte base y errores de cocción en los colores. La base es plana ligeramente deformada y las paredes abiertas de borde redondeado. En su interior una figura femenina tocando la guitarra. Las manos, la guitarra y los topos del vestido son de manganeso, las líneas de la falda y las mangas de color melado con el vedrío muy perdido. Alrededor hay una alternancia de topos de color melado rebordeados de manganeso, o manganeso completo, y hojas verdes que forman dos coronas concéntricas de topos y follaje. Todo decorado y enmarcado con doble línea sencilla de manganeso sobre el borde.
Lo más significativo es que el plato fue encontrado en la excavación arqueológica del Dolmen de la Era de los Guardas, en La Regañada, Cedillo. El dolmen, construido hace 5.000 años por las primeras comunidades de agricultores y ganaderos, había sufrido la erosión perdiendo el túmulo de piedras que lo recubría y protegía los enterramientos, quedando en pie las piedras hincadas de la cámara funeraria, estas estructuras ahora visibles son conocidas en la zona como «fornillos» derivado de la utilización de estos espacios como improvisadas cocinas para la elaboración de alimentos durante las faenas agrícolas. Las piedras clavadas permitían el resguardo del fuego contra el viento y la concentración del calor a modo de cocina improvisada; el plato estaba sobre un empedrado con señales de fuego.
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